El cepillo de dientes es considerado uno de los grandes inventos de la historia de la humanidad. Su simpleza y utilidad lo situó en el primer puesto de una encuesta realizada por el prestigioso Instituto de Tecnología de Massachussets en la que se analizaba los utensilios más importantes creados por el hombre. Este pequeño objeto se impuso a competidores de la talla de los ordenadores y los coches.
Con el fin de otorgarle el protagonismo que se merece, en este artículo te proponemos un viaje a través de su historia. Después de leerlo seguro que nunca más te olvidarás de él.
Todo empezó…
… hace aproximadamente unos 3.000 años a.C.
Una de las primeras civilizaciones en cuidar su higiene bucal fue la egipcia. En aquella época limpiaban sus dientes usando pequeñas ramas con puntas desgastadas. Eran palitos masticables en los que no se utilizaba ningún abrasivo adicional. La pasta dentífrica llegaría un poco después. Hoy en día todavía existen tribus en África y Australia que usan objetos similares para limpiar la dentadura.
Unos cuantos siglos después, concretamente en el año 1.223, el maestro japonés Dogen Kigen dejó escrito haber visto a monjes chinos usar cepillos para lavar sus dientes hechos con pelo de cola de caballo y hueso de buey. Pero no sería hasta el 1498 cuando se patentó este invento.
Año 1498: se patenta el primer cepillo de dientes
El emperador chino Hongzhi patentó un modelo de cepillo formado por cerdas de puerco cosidas a mangos hechos de bambú o de hueso. La salud bucodental mejoró notablemente gracias a la dureza y resistencia del pelo que se extraía del cuello de los cerdos que vivían en climas fríos como el de Siberia.
El invento tardó algo más de un siglo en llegar a Europa.
En los primeros años del siglo XVII, los viajeros que regresaban a Europa desde China trajeron consigo este invento. Por aquel entonces eran pocos los que se ocupaban de su higiene dental y los que lo hacían decidieron sustituir las cerdas de jabalí por pelo de caballo. En la mayoría de los casos solo se usaba una pluma rígida de ave o mondadientes fabricados en plata o bronce.
1780: William Addis reinventa el cepillo.
Se cree que este empresario inglés fabricó un nuevo tipo de cepillo durante su estancia en la cárcel de Newgate. Addis agujereó un hueso que le había sobrado de la cena e introdujo en él unas cerdas conseguidas a través de los guardianes de la celda. Tras su liberación decidió comercializar el invento y fundó la compañía Addis. En la actualidad la empresa fabrica al año cerca de 70 millones de cepillos de dientes.
En el siglo XX se fabrican los primeros cepillos modernos
Aunque el invento se popularizó ya en el siglo XIX, este presentaba algunos inconvenientes, entre ellos su rápida contaminación por culpa de las bacterias y hongos microscópicos. Las cerdas se deterioraban en poco tiempo y si se esterilizaban en agua hirviendo estas acababan por perder su efectividad.
El nilon revoluciona la industria de los cepillos de dientes.
En el año 1937 el químico estadounidense Wallace H. Carothers creó el nilon, una fibra sintética resistente y flexible que permitió crear cepillos dentales más seguros para la higiene y que no se deformaban tan fácilmente. El primero de ellos se comercializó en el 1938 bajo el nombre de Dr. West’s Miracle Tuft Toothbrush.
A partir de ese momento los cepillos de dientes han evolucionado teniendo en cuenta las necesidades de los usuarios. En la década de los 50 empezaron a comercializarse con distintos grados de rigidez.
El primer cepillo eléctrico.
Lo inventó en el año 1954 el doctor Philippe-Guy Woog. En un principio fue creado para personas con limitaciones motoras o que usaban aparatos de ortodoncia. Pero en pocos años su uso se generalizó gracias a las ventajas que tenía con respecto a los cepillos manuales.
En 1987 se presentó el primer cepillo eléctrico para uso doméstico de acción rotatoria. A partir de entonces se han comercializado numerosos modelos de diferentes tipos, tamaños y grosor de cerdas.
En el mercado actual podemos encontrar cepillos iónicos (con los que no es necesario usar pastas de dientes), con nanomineral en la punta de las cerdas o que usan energía solar. Se acabaron pues las excusas para no lavarse los dientes.